Por Staff Brain
Ante la falta de una visión estratégica nacional articulada, en torno a la promoción turística de cara a la recuperación del sector ante la pandemia del COVID-19, entidades federativas, ciudades y destinos se han organizado para esbozar sus propios planes de marketing y promoción.
En teoría, la plataforma VisitMéxico ha sido designada para sustituir las funciones del ahora extinto Consejo de Promoción Turística de México (CPTM). No obstante, no se ha logrado potencializar los alcances del sitio web que, en el mejor de los casos, se ha convertido en una revista de contenidos turísticos, en diversos idiomas. Esto, sin duda, no ofrece un atractivo para los turistas.
Independientemente de esta idea, y para no focalizarnos en la eterna discusión de si debería haber desaparecido o no el CPTM, es un hecho que tampoco las embajadas han podido solventar el cumplimiento de papel como agentes de la promoción de México a nivel internacional, tal como se pretendía con la creación del Consejo de la Diplomacia Turística.
Ante esta situación, da la impresión que la promoción no se entiende en su justa dimensión. No es salir a vender a los cuatro vientos por el simple hecho de hacerlo. El turismo, en muchos casos, es considerado un bien de lujo, por tanto, es preciso contar con una estrategia que genere una necesidad para, ahora sí, tener un producto que pueda ser redituable a la venta.
Lo expuesto toma aún mayor relevancia ante el contexto de la pandemia. Si bien es cierto que la reactivación del sector comenzará a través del turismo doméstico, los destinos no han dejado a un lado la importancia de pelear en el mercado internacional, en un entorno sumamente complejo.
En el caso de nuestro país, habíamos gozado del sólido posicionamiento que había alcanzado la Marca México. Sin embargo, los destinos turísticos más potentes, ante la ausencia de un liderazgo a nivel nacional, han optado por la autopromoción con el uso de sus propios recursos. Así vemos marcas como Los Cabos, Mundo Maya, Riviera Maya, Riviera Nayarit (con el potencial de asociarse con Puerto Vallarta) realizando labores de marketing al estilo de Estados Unidos, donde Hawai, Las Vegas u Orlando se venden por sí solos.
Lo anterior conlleva a muchas ventajas para estos destinos. Por ejemplo, ganan autonomía en sus decisiones de promoción y pueden definir sus mercados de forma más focalizada y estratégica, lo cual tienen que hacer, tomando en consideración la falta del cuantioso gasto de promoción con el que contaban de parte del gobierno central.
Bajo esta situación, cabe puntualizar un efecto importante: la concentración de los turistas se dará en estos grandes destinos (o regiones) en detrimento de la diversificación hacia la no dependencia del turismo de sol y playa tradicional (estrategia del gobierno actual). Alguna vez ya se planteó si esta era o no la mejor manera de promoción; sin embargo, en la actualidad parece no haber alternativa. Sin una Marca País robusta, una estrategia nacional clara y el desdén hacia los Pueblos Mágicos, cada destino tendrá ver por sí mismo y no cabe duda cuál será el resultado: ganarán los destinos más grandes y con mayores recursos y perderán los pequeños que necesitan apoyo para hacer del turismo una palanca de desarrollo.